martes, 13 de octubre de 2009

Fancisco Ferrer Guardia

Hoy se cumplen 100 años del fusilamiento de Francesc Ferrer i Guàrdia (conocido como Francisco Ferrer) Lo fusilaron en mi ciudad, Barcelona, en el castillo de Montjuic, muy cerca de donde vivo, dos días después de un brevísimo juicio militar en el que no tuvo ninguna garantía legal pues el país se hallaba en estado de excepción.

Algunos años antes, Ferrer i Guàrdia había tenido la osadía de imaginar, diseñar y poner en práctica la Escuela Moderna, todo un programa pedagógico completo al servicio de la libertad de los individuos a través de la educación, sobre todo de la libertad de los que nunca habían tenido acceso a la educación. O sea, un atentado al corazón del monopolio ideológico de la iglesia católica.

Ferrer era hijo de pequeños propietarios agrícolas de una localidad cercana a Barcelona y luego fue trabajador en un comercio de harinas y revisor en un línea de ferrocarril. En las clases nocturnas promovidas por anarquistas y republicanos y también en su exilio político en París, había descubierto que la escuela podía ser un poderoso elemento emancipador y revolucionario. Y a ello dedicó su vida.

Los principios más significativos de la Escuela Moderna eran:
  • Coeducación de sexos y de clases sociales (cuotas diferenciadas según la procedencia)
  • Educación igual para hombres y mujeres
  • Importancia de la higiene, la vida sana y la alimentación de los alumnos
  • Actividades al aire libre y ejercicio físico
  • Educación integral, racional y científica
  • Educación para la autonomía personal: el objetivo es que los alumnos aprendan a pensar por su cuenta
  • Respeto al alumno
  • Importancia de la observación y de la experimentación
  • Importancia del trabajo no competitivo y en grupo
Su propuesta se engrandece si se piensa en el contexto en que fue puesta en práctica: España era un país con una tasa de analfabetismo de casi el 50%, iban a la escuela los niños de familias con dinero, las niñas apenas recibían instrucción; la metodología era autoritaria y la ideología retrógrada pues la educación estaba en manos de la iglesia católica...

La Escuela Moderna se abrió en Barcelona en el año 1901 y fue obligada a cerrar sus puertas en 1906 , por razones políticas. Eran tiempos convulsos. Dos años más tarde, en verano de 1908, Barcelona estalló en una revolución social, la llamada La Semana Trágica, que fue duramente reprimida por el ejército. Dejó muertos, muchos conventos quemados y lo más importante, un miedo atroz en la burguesía que se había sentido amenazada. Francisco Ferrer fue apresado y acusado de ser el autor intelectual (como se dice ahora) de la rebelión.

Lo fusilaron por sus ideas pues nunca había encabezado ninguna revuelta. Fue la venganza de los burgueses y el clero contra quien se había atrevido a predicar y a practicar abiertamente que la escuela debe enseñar a pensar y no enseñar lo que se tiene que pensar. Medio siglo más tarde, harían lo mismo con los maestros republicanos.

Vilipendiado por unos, ignorado o censurado por otros (en Barcelona hasta el mes de julio pasado no había ninguna calle ni plaza con su nombre) y venerado por bastantes, sobre todo fuera de nuestras fronteras (en Bélgica casi cada población tiene una plaza o una calle con su nombre) Ferrer i Guàrdia me merece hoy este recuerdo cargado de respeto y admiración por su propuesta pedagógica visionaria y precursora; de rabia por la injusticia de su muerte y de impaciencia porque algunos de sus ideales educativos - el laicismo, por ejemplo- son objetivos que en España todavía parecen inalcanzables.



Por cierto, pequeño detalle para colegas ¿sabíais que Ferrer fue profesor de español en París?

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